jueves, enero 25, 2007

Villa miseria

Yo era el tonto que se perseguía la cola ¿te acordás? que un día le dieron un pucho y le sacaron un montón de fotos para pósters viejos, como uno vestido de Rambo, y otro tipo ejecutivo...yo era un mono. Que bella época aquella, la titulo , la belle époque

Como cuando traté de derrotar al capitalismo siguiendo el horóscopo bazooka, que tuve que convencer a todos los intransigentes partidarios de Bubaloo y a la minoría de Bomky.

Te odio rana René! Aguante Plaza Sesamo. Lo que pasa que cuando ves al mundo con tus ojos fantásticos es el mundo de big bear , y todos tus amigos en plaza Sésamo también los veras allí, además los payasos y magos del circo que hermoso sentirlos muy cerca de ti. bla bla bla. (Convengamos que sus corporaciones son asesinas)

Conozco un chico que murió por aserrar, y conozco una canción con mensajes subliminales del Tío Sam que decía algo así como: aserrín aserrán, y los pibes se tiraban todos a la pileta con medias puestas.

Oohhh los goonies!!! Alguna vez vieron Toby el niño con alas? La historia sin fin, Falcor tenia cera en los oídos , típica virtud de los abusadores de enanos.

Me di cuenta que el chupetín de coca cola no me gusta como cuando era niño y el Sugus de menta no es el mas rico de todos. Me ponía del marote el Sugus con gusto a bolsa de basura con yerba y cáscaras de banana. Metía entre dos cachos de pan, a la waflera y LISTO (desayuno de campeones). En realidad nunca tuve guaflera, si un negro pendenciero que hacia que me lo caliente entre sus manos mientras lo metía en el horno. En mi casa éramos ricos y matábamos hasta 4 (cuatro) negros por semana.

Quizás te extrañe, pero nunca te lo voy a demostrar.

Me voy a llorar abajo de la ducha, adios.

sábado, enero 13, 2007

Historia de Oniria

El Capitán Roastbeef compraba baratijas , en realidad espejitos de colores, en el mercado asiático junto a un montón de patitos negros y feos que lo seguían como si fuera la mama, mientras tenia entre sus manos un control remoto amarillo con forma de tarro de champú que movía entre sus dedos y pulsaba con el dedo gordo con una insistencia morbosa. La caterva de gente acusaba un calor, pero evitaban quitarse sus smoquings y por supuesto no dejaban de hacer apuestas por las carreras de carritos de hotdogs. Entre todo este batifondo un señor muy bien vestido le exigía una moneda a un indigente de forma insistente pero educada.

El Capitán Roastbeef tenia como costumbre arrojar cerezos a las terrazas ajenas aduciendo una parálisis muscular que le hacia cometer estos improperios. Boxeaba a contra-mano marcha atrás y con un brazo apoyado sobre el asiento del copiloto mientras torcía el cuello y hablaba palabras alusivas a su buen manejo del automóvil, que no era mas que un tarro de yogurt vencido, rancio y amargo. Boxeaba así, y así la ligaba, muchas veces su cinturón de seguridad impidió que se prendiera fuego dentro del habitáculo, también conducía motos, y repetía a menudo que el paragolpe de la moto era la cabeza de uno, cosa que también hace mi abuela Porota (como la gallina).

A gatas se ponía unos trapos harapientos rotos y descocidos por doquier y meneaba la cabeza bailando al son de Macarena.

domingo, enero 07, 2007

Cosas cotidianas de la vida que son desagradables a los ojos humanos. Chapter I



Un viejo cruzado de piernas que deje ver sus medias y la piel de su pantorrilla.
Quien mientras conduce una bicicleta, saliva.
Los baños sucios con olor limpio.
Una mamá haciendo que una niña haga pis en el cordon de la vereda, aun peor si es su abuela.
La gente que consume dos veces lo que ofrecen promotoras de supermercados.

jueves, enero 04, 2007

Lo dificultoso es explicarte cómo fui hundiéndome día tras día.

A medida que pasan los años, cae sobre mi vida una pesada losa de inercia y acostumbramiento. La actitud más ruin y la situación más repugnante me parece natural y aceptable. Me falta extrañeza para recordar los muros de los calabozos donde he dormido tantas veces.

Pero a pesar de haberme mezclado con los de abajo, jamás hombre alguno ha vivido más aislado entre estas fieras que yo. Aún no he podido fundirme con ellos, lo cual no me impide sonreír cuando alguna de estas bestias la estropea a golpes a una de las desdichadas que lo mantiene, o comete una salvajada inútil, por el solo gusto de jactarse de haberla realizado.



Las fieras, Roberto Arlt (fragmento)