sábado, enero 13, 2007

Historia de Oniria

El Capitán Roastbeef compraba baratijas , en realidad espejitos de colores, en el mercado asiático junto a un montón de patitos negros y feos que lo seguían como si fuera la mama, mientras tenia entre sus manos un control remoto amarillo con forma de tarro de champú que movía entre sus dedos y pulsaba con el dedo gordo con una insistencia morbosa. La caterva de gente acusaba un calor, pero evitaban quitarse sus smoquings y por supuesto no dejaban de hacer apuestas por las carreras de carritos de hotdogs. Entre todo este batifondo un señor muy bien vestido le exigía una moneda a un indigente de forma insistente pero educada.

El Capitán Roastbeef tenia como costumbre arrojar cerezos a las terrazas ajenas aduciendo una parálisis muscular que le hacia cometer estos improperios. Boxeaba a contra-mano marcha atrás y con un brazo apoyado sobre el asiento del copiloto mientras torcía el cuello y hablaba palabras alusivas a su buen manejo del automóvil, que no era mas que un tarro de yogurt vencido, rancio y amargo. Boxeaba así, y así la ligaba, muchas veces su cinturón de seguridad impidió que se prendiera fuego dentro del habitáculo, también conducía motos, y repetía a menudo que el paragolpe de la moto era la cabeza de uno, cosa que también hace mi abuela Porota (como la gallina).

A gatas se ponía unos trapos harapientos rotos y descocidos por doquier y meneaba la cabeza bailando al son de Macarena.

1 comentario:

Mariposa Nocturna dijo...

Aqui en mi ciudad hay alguien, un personaje conocido por todos, del que muchos podrían decir que es el capitan roastbeef. Pero él es distinto, porque cuando lo ves, es decir, cuando lo miras con atención puedes ver en sus sonrisas una paz ingénua y cristalina que se ha mantenido intacta y que es el tesoro de Arica.